Pasadas las 6 de la tarde con indiscutible entusiasmo y por supuesto con el objetivo de hacer historia, la selección dirigida en ese momento por César Farías saltó al césped del estadio San Juan del Bicentenario de Argentina, para medirse a la adversidad. representado por un elenco chileno que, apoyado en su historial favorable ante la Vinotinto, se vio ya clasificado a las semifinales de la Copa América.
El equipo no solo tuvo que soportar la presión de la afición chilena, que era mayoría en la cancha, sino también con una campaña de desprestigio por parte de los medios del país austral desde que se conoció el cruce de ambos equipos.
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Con toda esa presión psicológica comenzó el partido y con el paso de los minutos el partido fue ganando intensidad. En aquella edición, Venezuela tuvo su mejor aliado a balón parado gracias a la buena ejecución de “la zurda de oro” Juan Arango, quien tuvo como compañero principal al defensor central Oswaldo “El Patrón” Vizcarrondo.
Y así llegó el primer gol de Venezuela a los 34 minutos de juego. Los chilenos, avergonzados por la desventaja y con el reloj en contra, lograron anotar con un disparo de Humberto “Chupete” Suazo al minuto 69. Con el marcador empatado y un duelo muy igualado, la Vinotinto de Farías literalmente tuvo que usar el balón. Frase “con el cuchillo entre los dientes” para afrontar los últimos minutos. Nuevamente, un centro de Arango, un rebote del portero Claudio Bravo y la pierna de Gabriel Cichero fueron suficientes para mandar el balón, ganar el partido y avanzar.