El sueño es dulce, pero la realidad suele ser más amarga. Sobre todo cuando se habla de las últimas jornadas de la selección, en las que sólo lograron sumar uno de seis puntos posibles. Se ha dicho: Bolivia está lastimada, Uruguay llega a Maturín con un equipo alternativo y sin siete titulares. En este inventario se da lo dicho en las primeras líneas: se cree que después de estos resultados Venezuela, en ese momento en el cuarto lugar de la tabla sudamericana, estaría a punta del Mundial, porque con doce o trece . indica que se logró el objetivo.
Aquí, el sueño. La citada realidad dice que La VInotinto está anclada en el diez y ha caído al sexto lugar, apenas un punto por delante de bolivianos y paraguayos. Contra la República Oriental se hizo todo: tuvieron el balón, respondieron a los planes tácticos, ganaron en iniciativas: “sólo” faltó lo que se jugó: el milagro del gol…
En lugar de mirar el bolso delgado de este mes, tenemos que pensar en lo que vendrá en octubre. El próximo partido será contra Argentina, derrotada por Colombia en su reciente capítulo, y luego el viaje a Asunción. En teoría, y las teorías del fútbol siempre dejan a los teóricos “infalibles” sentados al borde de una carretera, este tramo será mucho más empinado que la estación anterior. Mirando cara a cara en Maturín al campeón del mundo, herido en su orgullo, y tratándolo como a un extranjero de fuerte raza guaraní, tendrá sus grandes dificultades.
Si sólo se llegó a un punto contra Bolivia y Uruguay, ¿qué se puede esperar de estos tortuosos caminos que recorrerá la Vinotinto?…
En silencio, y llegando el décimo mes del año, toca mirar atrás y recordar que esos puntos obtenidos en el primer cambio pueden servir, al menos de momento, para vivir de los ingresos. Porque al final tener diez puntos no está tan mal. Todavía hay margen de maniobra, para pensar en los juegos que vienen sin la desesperación de Perú y Chile. Siempre hay algo que conciliar con el fútbol, que jugar con ilusión, porque siempre hay valores de lo conseguido. Y aquí vale una nota, una observación que tiene nombre.
Jefferson Savarino, un poco olvidado en los partidos anteriores, llegó ante Uruguay y logró agitar el ambiente. Llegó feroz, con determinación, y le gritó a la dirección técnica que se trataba del ataque del técnico del Botafogo del campeonato brasileño, actual jugador de primera categoría de la selección venezolana. Que el equipo, sin mapa para alcanzar los objetivos rivales, pueda contar con su alta capacidad para salir adelante y recuperar lo perdido.
Nos vemos allí.