Por el Dr. Ricardo Soto-Rosa
Anita era la chica que se sentaba en el escritorio al lado de Oliver. Era muy delgada, con grandes ojos color esmeralda y cabello negro. Su boquita rosada con una hilera de diminutos dientes llenaba de ternura el inocente corazón de aquella niña secretamente enamorada.
A menudo le daba fiebre, por lo que su abuela acudía a la llamada de la maestra y se la llevaba antes de la hora de salida, dejando a Oliver sintiéndose vacío o abandonado. Otras veces, cuando Anita estaba jugando, corría al baño o pedía permiso para salir de la clase para atender una necesidad urgente, alertando a la señorita Gladys que dudaba de la veracidad de esa situación persistente.
Su abuela Zunilde pensó: “Alguien le echó el mal de ojo a mi sobrina, por supuesto de visita, en sus primeros días después de nacer. Todo por la estupidez de mi nuera con sus cosas… no lo hizo”. pon el jet que le di.
La última vez presentó catarros muy fuertes que le castañeteaban los dientes. Con los ojos alegres y el rostro pálido, la señorita Gladys la llevó a la enfermería. En la distancia, Oliver vio su pequeña mano haciendo un dulce saludo.
Los padres acudieron a varios pediatras que les diagnosticaron “infección de vías urinarias”. Siempre dieron tratamiento con antibióticos, desapareciendo el padecimiento a los pocos días. Sin embargo, pasaron algunas semanas cuando Anita volvió a presentar urgencia y fiebre. Los padres, pensando que el tratamiento no era efectivo, cambiaron de médico una y otra vez.
Finalmente, decidieron consultar con un urólogo pediátrico que les recomendaron, quien, tras revisar los antecedentes de infecciones urinarias recurrentes, comenzó a investigar el caso con mayor profundidad. Cuando hizo un eco de los riñones, descubrió una enorme dilatación del sistema que recoge la orina en ambos riñones, lo que se llama hidronefrosis.
El urólogo pediátrico realizó estudios más sofisticados, entre ellos, la llamada uretrografía de quistes vesicales. Pasando una sonda por el conducto por donde sale la orina, que se llama uretra, se infundió un medio de contraste, mientras se tomaban radiografías que permitieron identificar claramente cómo regresa de la vejiga a los riñones, es decir. , , Anita tenía reflujo vesicoureteral con dilatación significativa de los uréteres y los riñones.
Este reflujo facilita la colonización por bacterias del tracto urinario superior, y los síntomas de infección urinaria son frecuentes en estos pacientes. Después de completar las rutinas preoperatorias y descartar otras patologías vesicales, Anita fue llevada al quirófano donde se reimplantaron ambos uréteres en la vejiga mediante una técnica especial para evitar el reflujo de orina.
Una soleada mañana de junio, Anita vuelve a entrar en la sala de preparación con su aspecto alegre y elegante habitual. Sin saberlo, trajo alegría al corazón apesadumbrado de Oliver, quien lo recibió con un cuadro multicolor que pintó para ella durante su ausencia.
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