Elogiado en todo el mundo, el director de orquesta japonés Seiji Ozawa, fallecido a la edad de 88 años, simbolizó durante una larga carrera internacional la unión entre la música de Oriente y Occidente.
Ozawa murió el 6 de febrero de insuficiencia cardíaca en su casa de Tokio a la edad de 88 años, informaron medios japoneses.
Nacido el 1 de septiembre de 1935 de padre dentista budista y madre pianista católica, el maestro siempre ha estado entre dos mundos, haciendo de este equilibrio íntimo la clave de su éxito.
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“Los músicos asiáticos tienen la técnica y el conocimiento. Pero para tocar música clásica europea hay que viajar allí para escucharla”, explicó en 2013 desde Tokio en una entrevista a la AFP.
En su adolescencia, el futuro director parecía destinado a hacer carrera como pianista, pero tras romperse dos dedos jugando al rugby, otra de sus pasiones, optó por dirigir una orquesta.
“Incluso su pelo liso”
Director musical de la Orquesta Sinfónica de Boston durante casi treinta años, el maestro de figura esbelta y abundante cabellera tomó las riendas de la Ópera de Viena en 2002.
Tras sus inicios a los 24 años, sus manos nunca dejaron de trabajar, de París a Londres, pasando por Milán o Salzburgo, dirigiendo las obras de Mozart, Mahler, Berlioz o los compositores franceses contemporáneos Henri Dutilleux u Olivier Messiaen, con los que trabaron amistad.
“Todo en él parece moverse, incluso su pelo”, bromea Olivier Messiaen.
En la infancia de Ozawa, los sonidos orientales se mezclaban con los cantos del catecismo.
Sobre esta unión, el director afirmó: “Mi cuerpo, mi estómago, mi piel, son los de un oriental”. Pero mi mente, mi sentimiento por la música, mi sensibilidad musical, son los de un occidental.
Entre los 12 y los 16 años, Seiji Ozawa tocaba el órgano en la misión católica de Tokio, impresionando con su talento a los profesores de la Escuela Toho, donde inició sus estudios de piano.
Pero su destino como pianista se truncó en su adolescencia, cuando se rompió dos dedos en un partido de rugby, despidiéndose definitivamente del teclado.
Bajo el mando de su maestro Hideo Saito, optó por estudiar composición y dirección orquestal, obteniendo dos primeros premios que lo catapultaron a lo más alto del panorama musical japonés.
Descrito en Japón como “el mayor talento del año” en 1958, Ozawa partió al año siguiente para conquistar Europa, lo que supuso un punto de inflexión en su carrera.
Influencia de Bernstein y Karajan
Tras dejar Tokio, conoció a algunas de las estrellas más importantes del mundo de la música clásica, entre ellas el compositor y director Leonard Bernstein, de quien fue asistente en la Filarmónica de Nueva York durante la temporada 1961-1962.
El gran director Herbert von Karajan también lo contrató como asistente al año siguiente en la Filarmónica de Berlín.
Ozawa ha dirigido orquestas en Chicago y San Francisco, EE.UU., y Toronto, Canadá. También trabajó durante 29 años como director musical de la Orquesta Sinfónica de Boston, donde un auditorio lleva su nombre.
Luego, en 2002, se convirtió en director titular de la Ópera Estatal de Viena, Austria, hasta 2010.
Su fantástica memoria, su técnica de bateo y su calma -porque para él “una orquesta no es un ejército”- lo convirtieron en un director apreciado por los músicos.
A pesar de tener una brillante carrera en Occidente, Ozawa nunca perdió de vista sus raíces, fundando la Orquesta Internacional Saito Kinen en 1984 y un festival en 1992 que es hoy uno de los eventos de música clásica más importantes de Japón.
El final de su carrera estuvo marcado por enfermedades, incluido un cáncer detectado en 2010.
“La gente piensa que no estoy lejos de la muerte, pero intentaré con todas mis fuerzas evitar morir”, bromeó en 2014, en una de sus últimas apariciones ante la prensa.